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7.12.08

Amarcord

Nuestro horario de entrada al colegio era atípico, entrábamos a las cuatro y cuarto de la tarde, aunque un rato antes nos juntábamos en la plaza de enfrente para ver la salida de las chicas del liceo.
Era un día de invierno puro, lloviznaba y por alguna razón llegaba tarde.
Atravesé la plaza vacía como un relámpago, el portero me abrió la puerta mientras golpeteaba con el índice de la mano izquierda la muñeca derecha.