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13.11.08


Ver mis dibujos, generalmente mal impresos o muy reducidos, era mi porción de decepciones a las que nunca me acostumbré.
Aunque también había un lado bueno, recibía cartas, regalos y halagos (vitaminas para el ego) de gente sensible a lo que publicaba.
Un día, de forma intempestiva, decidí dejar el humor. Fati sefiní.
Fue una decisión rotunda y sin fundamento, como se toman las mejores decisiones.
En ese momento, editorial La Flor, preparaba un libro que reunía una selección de mis chistes. Daniel Dibinsky, director de la editorial, todavía recuerda que fue la primera y única vez que un autor decidiera suspender la edición de un libro ya aprobado.
Nunca más firmé Fati, aunque algunos amigos me siguen llamando por ese apodo.
El humor sigue siendo un ingrediente de mis dibujos. Todavía disfruto y admiro el trabajo de ciertos como Quino, Liniers, Tute y otros.

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