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27.11.08







Dibujaba todo el día. Miraba la versión de Gustave Doré y la de Roberto Páez, dos maestros, dos extremos de lo que significa ilustrar un libro.
Mis trabajos fluían estimulados por la lectura. El Quijote encierra un compendio de imágenes.
Mis dibujos eran reflexiones sobre esa maravilla que leía, casi anotaciones al margen.
Hacía apuntes, probaba técnicas, mezclaba ideas…era un juego extraordinario.

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